Hace un año atrás Sil publicaba esto en su blog:
(…) todavía dudo de que la amistad verdadera exista. Tengo “amigos” en distintos grupos, salimos, festejamos cumpleaños, hablamos, nos divertimos… pero al sentimiento profundo, incondicional y perdurable, no lo tengo con nadie. Cada vez que creí tener un mejor amigo, amigo del alma, como quieran llamarlo, de una u otra manera me decepcionaron (…)
Aunque algunos (…) desaparecieron de mi vida, a otros los sigo viendo y cuando hablo de ellos me refiero como “amigo/a”. Sin embargo, fueron ellos quienes me llevaron a creer que la amistad no existe (…)
Muchas veces he tenido sentimientos hacia la amistad muy parecidos a estos, sintiendo que algo fallaba por no poder tener un amigo/a al estilo de los de novela adolescente.
Muchas sesiones de terapia giraron alrededor de la amistad: por qué hay gente que es como Roberto Carlos y tiene un millón de amigos; y por qué soy antisocial y detesto a la mayoría de las personas 😀
Repasando mi curriculum de amistades puedo decir:
– Guardería: no recuedo a nadie.
– Jardín de infantes: tampoco recuerdo a nadie.
– Primaria: tenía un grupito de “amigas”. Eramos cuatro, dos eran mas amigas entre ellas y siempre se votaban entre sí como mejor compañera. A su vez siempre nos hacían sentir menos a mi y a la otra chica, razón por la cual cada tanto nos peleábamos con el “no soy mas tu amiga”. Siempre supe que las detestaba, aunque no fueran tan malas en el fondo.
Con la otra chica me llevaba bien, pero nada loco tampoco.
Cuando terminamos la primaria las tres se cambiaron de colegio y ahí acabó todo.
– Secundaria: también tuve un grupito de amigas y aunque la cosa mejoró sustancialmente, dos años después de terminar el colegio nos distanciamos por cosas que algún día contaré en otro post. Solo diré que fue uno de esos distanciamientos donde lo que me quedó fue un “Parece que la amistad funciona sólo cuando las cosas van bien”.
No guardo rencor ni nada. De hecho cuando la tormenta pasó entendí que de una u otra forma no son personas con las que hoy seguiría teniendo una amistad.
– Universidad: fue una época particularmente sensible en mi vida y donde no estaba en condiciones de relacionarme con nadie.
Tuve buenos compañeros, hasta alguno me dijo una vez “Che, pero nada que ver con lo que creía que eras”. Así que ya ven, tan mala no soy cuando me dan margen.
– Post universidad: apareció alguien que duró un tiempo y se acabó. Y después apareció otra persona que sigue estando.
Estas dos amistades fueron como amores a primera vista: nos conocimos y sentimos eso especial.
Acá hago un paréntesis para hablar de cuatro personas que han sido mis grandes amigos (recordando lo de fidelis):
– El primero: era amigo cuando nadie mas estaba, aunque también se aprovechó (consciente o inconscientemente) de eso. Yo seguí considerándolo mi amigo pero él no estaba a la altura de las circunstancias de diferenciar exnovia que siguio con su vida y le chupa un huevo el verso del primer amor inolvidable con tener derechos inalienables por ser el primero en una serie de cosas que, tarde o temprano, podrían haber pasado con cualquiera.
Fue bueno no verlo más.
– El segundo: no me quiso ni como novia ni como amiga. Y entiendo ambas cosas, a esta altura. Pero no deja de apenarme lo segundo. Tengo un cariño especial por su recuerdo y por ahí me hubiera gustado seguir el contacto. Pero me parece que el radar de “Esta mina está demasiado enganchada” se le activó y no quiso saber nada más.
– Diego: a pesar de haber convivido y cortado eso, pudimos separar los tantos y diferenciar que la relación de pareja se acaba pero siempre hay amor y compañerismo entre los dos.
Era hora que dejara de salir con inmaduros emocionales 😀
– Guille: un gran amigo, aunque a veces no entiendo bien por qué lo somos si no tenemos nada que ver el uno con el otro ni me parezco a sus amigas (cosa que considero muy positiva, por cierto 😀 ).
Después de este listado, llego a la conclusión que mi sistema de relaciones viene con fecha de vencimiento.
Todas mis relaciones de amistad (las que caben en el etiqueta mejores-amigos-que-nos-contamos-todo) han llegado a un punto de morir por un ciclo natural y con una aceptación de esa muerte como si fuese algo que inevitablemente sabía que iba a suceder.
No siento en lo más mínimo una presión para añejar relaciones, para que mi teléfono no deje de sonar hoy 20 de julio, para pensar que todos los demás lo tienen menos yo, para pensar que tendré que contar “la” joda que hicimos con los chicos/as el fin de semana, para mostrar fotos de un grupo de gente abrazada como si se quisiera.
Y cuando lo pienso, cuando pienso como voy cambiando y como han ido cambiando ellos/as, comprendo cuanto bien nos hace que así sea ¡Qué suerte no tener que fingir que porque me convidaste una chocolina en el recreo en 1988 ahora me interesa ver las fotos de tus hijos! Y a esos amigos que se vencieron tampoco les importa nada de mi ¡Qué suerte tengo! ¡No tengo que ponerlos al tanto de estos últimos 20 años de mi vida y ver sus caras de aburrimiento!
Hoy puedo decir que tengo las relaciones que quiero: y son pocas, poquísimas.
Me sobran los dedos de una mano para contar a las personas con las que puedo hablar de mis miedos y de mis sueños (dos cosas dificilícimas de hablar, vieron?). Son las personas en quien confío y creo HOY. Y que saben de esta particular teoría del amor a plazos y aún así pueden quererme sin pensar en eso. Y también puedo quererlos sin mirar el cronómetro esperando el final.
Sacando a ese pequeño círculo, hay unos cuantos amigos que saben que los quiero mucho, que me alegra verlos, estar con ellos, poder ayudarlos si me necesitan o compartir un momento de alegría si hay algo para festejar.
Y después viene un grupo de gente a la que le tengo mucha simpatía, tengo un trato amistoso cada vez que los veo (incluso algunos por Twitter o comentaristas del blog a los que nunca vi), y de los que desconozco casi todo de sus vidas.
A todos, un Felíz Día del Amigo… mientras dure 😉