Cada tanto un poco de poesía cordobesa nos viene bien. Hoy comparto el poema de Ataliva Herrera sobre la famosa historia del indio Bamba (de quien hablaremos en algún otro post).
Sobre el autor
Ataliva Herrera nació en Córdoba en 1888, se recibio de abogado en la Casa de Trejo y ejercio la judicatura en tres provincias. Su vocación fue la poesía y publicó varios libros, entre ellos Mis noches, EI poema nativo, Las vírgenes del Sol (1920), Paz provinciana (1922) y Bamba (1933).
El poeta falleció el6 de noviembre de 1953.
Bamba
(Poema de la Córdoba Colonial)
El Suquia penetra en el recinto
de la ciudad por humildosa huella;
y va ciñendo el solariego plinto,
como se enrosca un argentado cinto
por el talle gentil de una doncella.
Bajo el gran quitasol de la sauceda
el agua se asosiega en un descanso;
se enrosca en una vibora de seda;
lame humilde los bordes de la greda
al declinar la tarde,en el remanso.
El corazón del agua transparente
se estremece en reconditos ensueños,
adormecida, cruzan por la frente
del cristal, en desfile mansamente,
las vagarosas nubes de sus sueños.
Llega al bano María Magdalena:
desceñidas las claras vestiduras,
libre cimbra su cuerpo de azucena;
y en la húmeda frescura de la arena
deja su blanco pie las huellas puras.
El agua ondea en trazos de culebra
So el umbroso sauzal tornasolantes.
Y Magdalena entre sus dedos quiebra
la cristalina red, hebra por hebra,
como cortando sartas de brillantes.
Se arroja al agua: en alas palpitantes,
sus brazos rompen vidrios azogados;-
se envuelve en los cristales centelleantes,
y, rotos mil collares de bril1lantes,
lanza puñados de astros fragmentados.
La hamaca de cristal la balancea
y al goce intenso del frescor sonríe.
Tendida en la corriente,chapotea;
se zambulle; su trenza culebrea
y en la onda confundida se deslíe.
De cara al cielo, por el aura aspira
las sutiles fragancias del poleo,
alegre, a pulmón lleno respira;
es una rozagante fIor de achira,
que trae el agua, del cerril paseo.
Por los canaverales de la orilla ,
que empenachan su airón de pluma blonda,
el ojo de inquietud de Bamba brilla
cuidador de pura maravilla,
suspensa entre los brazos de la onda.
El corro de las negras lavanderas,
chafando con los pies la hierbamota
de la orilla, alza espumas volanderas
de jabón sobre la cabeza mota,
cantan sus lenguas bolas y parleras:
“La Virgen lavaba
Los siete panales;
José los tendia
en los romerales …”
La algarabía cesa de repente.
Una negra Ie apunta a la doncella:
-Niña, s’está entulbiando la coyente.
-Es porque tú te has asomado a ella.
-¡No, niña! ¡la creciente! ¡la creciente!…
Magdalena jugaba y no advertia
la hojarasca picada que venia,
nunci0 de la crecida de la sierra.
Rodando troncos, lánzase bravía
la punta de agua con gredosa tierra.
Toda la chusma horrorizada grita:
-¡Socorro! ¡Salvación para la amita!…
Nadie se anima al agua furibunda.
La niña nada; la ola se encabrita
y la sumerge en la hoya mas profunda.
De golpe, aún vestido, se echa al río
Bamba en un imprudente desafío
a la creciente, que lo arrolla todo.
Cobra a la amita; tráela al bajío,
fIor de la cumbre entre revuelto lodo.
Comentó la cocina el sucedido,
de noche, mientras el fogón enciende:
-¡Si no es Bamba, ella hubiera perecido!…
-¿Quién Ie enseñó a nadar a ese bandido?…
-¡No en balde dicen que es hijo del duende!…
Extraído de Album poético de Córdoba, Armando Zárate. Editorial Comunicarte. 2007