08
Oct 2008

Mi versión sobre la muerte

Archived in the category: Personal

Cuando era chica, de tanto en tanto, íbamos con mi mamá al cementerio a visitar a sus parientes. Casi siempre eran los sábados, cuando estaba lindo el tiempo, y los días especiales: día de la madre, del padre, de los muertos.

Cargaba un balde, una escoba, trapos, algún limpiador, las flores inevitablemente sacadas del patio de mi casa, y las dos pequeñas monstruas (la más chica no había nacido todavía).

Acá el cementerio queda lejísimo, como para que los muertos sepan que están realmente en el más allá y que no tienen por qué volver a visitar a la gente del más acá.

Bueno, el cementerio de mi mamá queda lejos, el de mi papá (donde estaba su papá) queda a dos cuadras de mi casa pero a ese ibamos poco, con flores compradas y sin bártulos. El otro cementerio era más entretenido.

Llegábamos y al pasar el portón entrábamos a esa ciudad de muertos que de chica me parecía hasta linda. Me daba curiosidad ver las tumbas, los panteones, los ángeles de bronce verdoso, los  nichos con flores de plástico, los jueguetes detrás de los vidrios en el nicho de un chico muerto. Ahora suena morboso, pero a los 6 o 7 años (o menos quizás) el mundo es tan sin estrenar que todo parece digno de inspeccionarse y analizarse. Siempre fui así.

Recuerdo que mi mamá  se ponía a limpiar y cada tanto me mandaba a buscar agua con el balde para tirarle a la vereda del panteón familiar o, al final, para ponerle a los floreros.

Y ahí me decía “este es tu abuelo, esta tu abuela y este mi tío”. Y esos eran los moradores que había en el edificio de doce departamentos.

Después, hacíamos una recorrida por el resto de parientes y conocidos, mi mamá actualizaba la base de datos de defunciones que no se había enterado (siempre alguna había) y yo, cuando por ahí se me daba por portarme un poco mal, me acostaba como muerta en las tumbas que había en la tierra.
¡Es que había algunas tan lindas! Parecían camas, tenían adornos bonitos.
Mi mamá me explicó que no lo tenía que hacer más y no lo hice mas. En esa época solía hacerle caso.

Y así, despues del tour, los vivos nos volvíamos a casa y los finados no se iban a ningún lado.

Y cada tanto era el mismo paseo para ver muertos ajenos.

Muchos años después tuve que volver a ir, esta vez con un muerto mio: mi padre. Yo tenía 16 años, la cosa fue de golpe, pero los golpes en serio vinieron después. No por él, sino porque a veces los que quedan necesitan reacomodarse de otras cosas y aprovechan justo ese momento. Yo venía acomodada de antes, para suerte de ellos.

La cosa es que a partir de ahí mi relación con la muerte y los cementerios cambió.
Ya no tenía la curiosidad de una nena ni necesitaba que mi mamá me explicara nada, ya podía pensar por mi misma.

Entonces lo que pensé es que el ritual de ir, limpiar, poner las flores, recorrer los pasillos tapizados de placas no era mi versión de la muerte. A mi me servía más una versión de la vida, recordar quien fue mi padre cuando estaba vivo, putearlo por lo que hizo mal, sentir que me gustaría compartir cosas con él, o pedirle consejos, o preguntarle algo, o imaginar que hubiera odiado a cada uno de mis novios… porque más allá de lo que fueran seguro que él hubiera odiado a todos por el temor a que fueran como él fue de pendejo. Los que hayan sido guanacos de jóvenes están condenados a tener hijas por un acuerdo comercial entre Dios y el diablo.

Volviendo a lo que venía diciendo, reelaboré lo que era la muerte y sus tradiciones para mí.
El día del balde y las escobas mi mamá abrió la puerta y me dijo “vamos”. Le dije que no.

Resumiendo, por un tiempo largo a cada “No” le seguía un drama en el que ella me puteaba porque no entendía que yo no quisiera ir al cementerio porque no quería ir al cementario. Y que eso era una pelotudez de mi parte, etc.

Si alguna vez han intentado explicarle algo a quien no tiene intenciones de entender más que sus razones,  se imaginarán como era la situación que les relato. Ella no entendía que yo podía tener una versión propia del ritual de honrar a los muertos que excluyera la limpieza y las flores. Y no es que mi mamá fuera muy religiosa, para nada. No cree en un carajo aunque haya ido a visitar el Vaticano y se haya metido en las iglesias top de Italia. Es una especie de cholula de la cristiandad, si me permiten el término.

Pero volviendo al tema central, yo le expliqué que para mi no tenía sentido hacer todo eso, que si quería que lo hiciera por darle el gusto, lo hacía; pero que mi padre no es un cuerpo podrido que se están comiendo los gusanos adentro de un nicho y tapado con un mármol. Las flores no va a verlas ni a olerlas.

Me mando a la mierda, me dijo “vos siempre con esas ideas raras sobre todo” y se fue.
Nunca más me dijo de ir. Tampoco es que me haya entendido, simplemente le gané a base de terquedad.

Yo no sé si es mejor o peor mi eleccción, si está bien o mal. Es lo que a mi me sirve y no obligo a nadie a que elija lo mismo. No creo que se necesite un lugar específico para honrar la memoria de alguien, me parece que no hay mejor lugar que el  alma de cada uno para eso.

Los cementerios, desde lo cultural, me parecen que cumplen con la necesidad de muchos de personificar lo que ya no es, de darle una materialidad inexistente.
¿Para qué los lujosos sepulcros de la Recoleta sino? Son para los vivos o para perpetuar el ego de un vivo cuando esté muerto. O para que la sociedad siga existiendo hasta en ese lugar: si tenés plata tendrás un panteón de mármol y flores frescas; si sos un pobre tipo un nicho cualunque (o una tumba en la tierra, como todavía se ven en los cementerios de pueblo).

La era del cementerio parque llegó para establecer una especie de minimalismo mortuorio de césped y placas. Y hayas sido más o menos rico de vivo, vas a estar igual que el resto de los que abonan la tierra con sus ataudes.

Y si escribo todo esto es porque el 3 de octubre se cumplieron 12 años de la muerte de mi papá y ayer él hubiera cumplido 64 años.

Le gustaba la idea de internet aunque nunca llegó a verla (la compu la compré unos meses después de su muerte), y hasta estoy segura que le hubiera gustado tener un blog para hablar de autos.

11 comments for “Mi versión sobre la muerte”

1

A mí los muertos propios me agarraron temprano con mis tías Chicha y Negra que eran muy cercanas. Y desde ahí mi relación con los cementerios no fue la mejor. Voy, me porto bien en el entierro; escucho la misa y trato de honrarlos lo mejor que puedo, pero después me dedico a recordarlos en la especie de panteón de imágenes que a uno le quedan, como “La Hamburguesa de todo de la Tía Negra, o el flan casero de la Tía Chicha; o las idas a tomar helados, o las veces que me agarraban los piojos en la escuela y la Tía Chicha no le importaba nada porque eran piojitos de ángel, y la Tía Negra era la artífice de todos los regalos último modelo, y la Tía Chicha la personificación de la calma, y la Tía Negra la pólvora en mano… y así sucesivamente… no me hace falta una lápida para recordarlas… como no me hace falta mirar mi DNI para ver mi nombre… pero entiendo a quien quiera ir…

October 8th, 2008 at 15:49
2
Flor Lewis

muy buen post… y si, yo perdí a mi abuelo a los 10 años… esa fue la primera vez que fui al cementerio y lamentablemente no fue la ultima: mi otro abuelo (por papá), un amigo del colegio, y 2 madres de dos amigos. Me da miedo esto, más que nada por el paso del tiempo y que en agun momento nos llegará a todos.

Y coincido con vos, no hace falta ir a ningún lugar para honrar su memoria.

Saludos!

October 8th, 2008 at 19:20
3

Dayana, te he dejado en mi blog el “Premio Brillante Weblog 2008” que me llegó a mi con la consigna de pasarlo a quienes vos quieras.
Saludos.

October 8th, 2008 at 19:26
4
Dayana

Pulpo y Flor
Quizás las nuevas generaciones tengamos una visión distinta de la muerte. Me quedo más tranquila que no soy una maniática que siempre quiso sacarle canas vedes a su madre 😛

Tapi
Gracias por el premio!

October 8th, 2008 at 19:51
5
matias

Cuando estaba en 6º año, una compañera del curso se suicidó, y desde ese entonces no he pisado más un cementerio.

Son lugares demasiados tristes..

October 8th, 2008 at 20:28
6
Tony

Dayana: Yo sólo voy al cementerio cuando fallece algún familiar o conocido, no me gusta ir, pero por suerte en mi familia no hay una “obligación”. La última vez que estuve en uno, fue en Felicia, Santa Fe, el pueblo donde se establecieron mis bisabuelos maternos cuando vinieron de Italia y fui con gusto porque era una parte de la familia que comencé a conocer hace 4 años y ahí hay enterrados varios parientes que nunca imaginé tener (una experiencia muy rara). Hasta otra ®.

October 8th, 2008 at 23:22
7
Nikita

La verdad a mi nunca me han gustado los cementerios, particularmente esos que tiene grandes nichos… me da claustrofovia….
Creo al igual que tú, no tiene mucho caso tener un lugar fisico donde honrarar a los seres queridos que se han ido… a la gente hay que recordarla viva, como decia la unica gran perdiada que he tenido. Por eso odio ir a un velorio y ver que todos se acercan a mirar al muerto… ufff siempre digo que yo no quiero terminar en un lugar asi que por favor si muero que mi cuerpo sea cremado y tiren mis cenizas por ahi, no me gustaria terminar en un cajon…
saludos

October 9th, 2008 at 0:15
8
fizâo

Comparto el pensamiento contigo sobre el lugar donde dejar a un ser querido, luego de leer a uno se le viene a la mente todas aquellas imágenes referentes a ello, que sin darle importancia las vive. Nosé exactamente de que manera terminaría pero si sé que hasta ese momento voy a sacarle todo el jugo a esta vida!

October 9th, 2008 at 1:07
9
Dayana

“la muerte, que es de todos”, dice Borges en su poema sobre Facundo Quiroga. Parece que todos se sensibilizaron con el tema, me alegro que cada uno de uds haya podido prender una velita en el corazón para los seres queridos que no están.

Mati
Terrible experiencia.

Tony
Los muertos de Santa Fe que nombrás son como mis muertos de la infancia, muertos que te alegra de verlos y de encontrarlos porque no os conociste para llorarlos. Y si, yo creo que también experimentaría lo mismo que vos al reescribir mi historia 🙂

Nikita
Me alegra verte de nuevo por acá! Muy ciertas tus palabras.

Fizao,
Buena elección sacarle el jugo a la vida! Bienvenido y gracias por tomarte un momento para comentar.

October 9th, 2008 at 1:25
10

Dayana Este post me ha puesto un poquito triste, tal vez porque ya tengo mil muertes vividas, como rezaba el título de una vieja novela que fue best seller en su momento, pero cuyo autor no recuerdo.
Y cuando hablo de mis mil muertes vividas, no lo digo sólo por mi familia diezmada, sino también por todos esos otros duelos que se van llevando pedazos de uno para siempre.
Y pienso entonces que por lo menos al cajón va a llegar bien poquito de mí. Ni para la claustrofobia me va a alcanzar, porque va a sobrar muchísimo espacio. ;P

October 9th, 2008 at 21:40
11

Me pareció genial tu post, una reflexión muy buena la de perpetuar la sociedad y sus divisiones hasta en la muerte. A mi también algunas me han pasado, un hermanito de pocos días de nacido, mis abuelos. Y lo peor de eso es que va en progreso ¿no? Yo en general no voy al cementario, pero de vez en cuando siento la necesidad y me doy una vuelta. Igual creo que tenemos otra manera de ver la muerte.
Besos

October 11th, 2008 at 10:37

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