Desde hace unos días vengo pensando en este tema por una nota periodística que leí hace poco, en la cual un lector dejó el siguiente comentario:
ochentoso:
La universidad privada nunca tuvo buen nivel. El alumno que sobrevive en un curso de 300 compañeros donde solo aprueban los mejores 30, es mejor que el de la universidad privada que va comprando el título en cuotas. El que cursa en la privada no es alumno, es cliente.
Teniendo en cuenta esto, y que algunos de ustedes podrían llegar a este post investigando si es mejor estudiar en una universidad pública o en una privada, me gustaría contar mi experiencia estudiando en Córdoba (Argentina).
Mi educación primaria y secundaria fue en un colegio privado. Cuando terminé el colegio en 1997 decidí estudiar Diseño Gráfico, una carrera que en mi provincia no existía en instituciones públicas a nivel universitario. El primer año lo cursé en la UBP y después me cambié a la UES21 donde cursé toda la carrera, aunque no me recibí.
En esa universidad estoy cursando la diplomatura en Social Media y en muy poco tiempo voy a comenzar la carrera de Relaciones Públicas.
En la Universidad Nacional de Córdoba hice cursos de idiomas en la Facultad de Lenguas y cursé la diplomatura en Gestión Cultural en la Facultad de Ciencias Económicas, donde también hice cursos del departamento de extensión.
Aparte de esto, en mi entorno cercano tengo a una profesora de la UNC y dos profesores de dos universidades privadas locales, por lo que también conozco algo de lo que pasa “del otro lado del mostrador”.
Veamos algunas de las frase del ejemplo:
En la universidad privada comprás el título.
Si la frase es literal, debo decir que a mi nunca me pasó que me ofrezcan algo por el estilo ni conozco a nadie que le haya pasado. Sin embargo, este tipo de cosas (y otras) se comentan en ciertas facultades de universidades públicas.
Si la frase es en un sentido figurado (como parece ser el del comentario del ejemplo), tampoco estoy de acuerdo porque se confunde estudiar en un ambiente digno, con los materiales adecuados y la comodidad de que no hay 300 personas en un aula para 80, con la validez de los conocimientos adquiridos.
Hay que reconocer que quien se recibe en tiempo y forma en condiciones altamente desfavorales es porque tiene una gran voluntad de hacerlo, además de su capacidad intelectual. Sin embargo, esto no quiere decir que quien lo haga en mejores condiciones no se haya esforzado ni haya estudiado.
En mi época de estudiante tenía que levantarme a las 6 de la mañana para tomarme el colectivo 6.30 así llegaba a la universidad a las 8 donde, según el día, podía tener clases hasta las 23 hs. Entre que volvía a mi casa, comía algo y preparaba mis cosas para el día siguiente no me acostaba antes de las 2 de la mañana.
En lo que a mi respecta, doy fe que me he roto el alma para cursar todas las materias, llevarlas al día, hacer mis prácticos y rendir los exámenes parciales y finales. Y aún con todo este esfuerzo hubo veces en las que no me fue bien y tuve que recursar materias.
No sos un alumno, sos un cliente.
Esto se puede ver de dos maneras: que a uno lo traten como a un cliente o que uno se ponga en el lugar de cliente.
En el primer caso está el tema central de las universidades privadas: que cobran una cuota y nunca es barata. Por lo tanto todo lo que tenga que ver con eso siempre es motivo de conflicto.
Me tocó estar cursando entre 1998 y 2003, por lo que viví el fin del 1 a 1 que llevó a que los precios de todo aumenten, incluídos los de la cuota. Algunos de mis compañeros pusieron el grito en el cielo en su momento, pero la realidad es que cuando todo en la economía aumentaba era un poco ingenuo pensar que la cuota no iba a hacerlo. Esto es algo que tienen que tener en mente quienes hoy, con una inflación entre el 25-30% anual, consideren a la universidad privada como una opción de estudio para una carrera de grado.
En este mismo sentido tengo que decir que el tema de plata no es exclusivo de la universidad privada. Cuando empecé a estudiar idiomas en la facu de lenguas en 2004 pagaba solo $15 de cuota por idioma y hacían una promo de 3×2 donde pagando dos cursos se podía hacer un tercero gratis.
Este año la cuota de esos cursos es de $180 para los idiomas tradicionales y en los últimos años se han encarecido las cuotas de los idiomas menos populares, algo que va en contra de plurilingüismo que la facultad dice fomentar.
Volviendo al tema de “ser cliente”, muchas veces he escuchado la frase “¡con lo que pago de cuota…!”, por lo que a veces somos los mismos alumnos los que nos colgamos el cartel de clientes exigiendo cosas.
En cuanto a este tema, me gustó una reflexión que hizo una persona ligada al espectáculo en una charla a la asistí hace poco. El tipo decía que los teatros “comerciales” cuidaban más a su público brindándole más atención y más servicios porque entendían que era importante que volvieran; mientras que el circuito “artístico” lo central era el arte y que la gente se joda si se suspende la función, si los lugares son un antro, si están sucios los baños, etc.
Salvando las distancias, con las universidades pasa más o menos lo mismo. A la universidad privada le interesa conservar a sus alumnos por lo que además de la educación cuenta con otros beneficios (ya comenté que a mi me brindaban asistencia psicológica, por ejemplo), mientras que a veces (varía muchísimo según la universidad y la facultad) en la universidad pública el foco pasa por otras cuestiones que nada tienen que ver con los alumnos.
La universidad privada no tiene buen nivel.
Hay formas muy sencillas de saber qué nivel tiene una carrera y cómo se la puede comparar con una en otra universidad:
– Averiguando la acreditación en la CONEAU: este ente dependiente del Ministerio de Educación de la Nación es el encargado de acreditar las carreras universitarias en Argentina, por lo que si uno quiere conocer de primera mano cuál es la realidad de una puede consultarlo allí.
– Averiguando los programas y la bilbiografía de cada materia: dependiendo de la universidad esto puede ser mas o menos difícil de conseguir, pero siempre se puede apelar a amigos, conocidos o a las bondades de Internet para coseguirlos.
– Averiguando sobre el profesor que da la materia: en primer lugar quiero recordar que muchos profesores de las universidades privadas, sobre todo si son de carreras tradicionales o dan materias troncales, son egresados de universidades públicas, por lo que es un tanto extraño que haya gente que pondere las maravillas de estos graduados para hablar pestes de ellos apenas formen parte de una universidad privada.
Más allá de esto, hoy en día se puede saber qué tan buen o mal profesor es alguien con un par de búsquedas en Google o en LinkedIn (aunque un extenso CV no es garantía de nada en ocasiones).
¿A dónde quiero llegar con todo esto? Que si una carrera está acreditada, sus programas están actualizados, tiene una bibliografía adecuada y los docentes son gente bien formada… a la diferencia de nivel la está poniendo el estudiante.
A la larga, sea donde sea que se desempeñe un alumno a la diferencia la hace él mismo.
Si le dedica horas al estudio, si estudia para aprender (y no para zafar), si está informado de la realidad que lo rodea, si tiene sentido común, si se nutre de diversas fuentes, si cumple con sus responsabilidades, si realiza actividades extracurriculares que le aporten a sus conocimientos, si es proactivo y si es un ser humano íntegro va a ser un profesional exitoso y respetado en cualquier lugar o carrera que estudie.
Es por esto que les sugiero a los estudiantes y/o padres que estén pensando en los pros y contras de las universidades públicas y privadas investigar un poco más allá de los prejuicios y de la opinología sin fundamentos de personas como el señor del párrafo que inicia el post para tomar la decisión que colme más sus expectativas.