Hace mucho tiempo había un pueblo aborigen que vivia muy feliz, comían de los frutos de la tierra y estaban sanos porque usaban las plantas como medicinas.
Pero la gran riqueza les hizo olvidar sus deberes cotidianos, dejaron de levantar los altares a sus dioses, permitieron que las herramientas de trabajo se enmohecieran y se olvidaron de sus campos. Se dedicaron solamente a las fiestas y las diversiones.
Tuca, la hija del gran cacique, rezaba para que la desgracia no cayera sobre ellos, pero el dios sol, enojado por la pereza del pueblo, arrojó sobre ellos sus poderosos rayos y quemó la tierra, convirtió sus reservas en granos de polvo y escaseó el agua.
Tuca corrió hasta un altar y dejó alimentos, encendió un fuego para quemar hierbas olorosas y rezó a la Pachamama.
Vencida por el llanto se quedó dormida, tuvo un sueño en el cual la diosa Pachamama se le aparecía y le decía: “levántate Tuca, y junta los frutos del árbol que te cobija, y así tu pueblo se salvará y lo llamará con tu nombre.
Tuca se despertó y miró hacia arriba, un árbol gigantesco le había prestado su sombra y de sus ramas colgaban vainas marrones cuya forma nunca haría pensar que servían de alimento. Tuca juntó las vainas y corrió a llevárselas a su gente.
Así conocieron al algarrobo que los salvó del hambre y la perdición.
Fuente: Web de la municipalidad de Mina Clavero