[AIIí] se instaló en tiempos de la fundación de Córdoba una merced concedida a Miguel de Ardiles para establecer una encomienda de indígenas.
Cuando los jesuitas llegan a la región, incorporan estas tierras a su patrimonio formando parte de la estancia cuya casa grande se regía desde Jesús María y -cosa singular después de ventas, herencias y traspasos de patrimonio que escribieron particulares historias a las dos heredades- hoy se han vuelto a reunir al ser administradas por la misma autoridad designada por la Comisión Nacional de Monumentos, al formarse en ambas museos estatales.
La de Sinsacate -que tuvo uno de los primeros molinos harineros que signaban la economía regional de la época- quedó registrada en la historia por su destino de posta, al crearse un servicio regular de correos y ser parada obligada para el recambio de las caballadas en el Camino Real al Norte, ya en el siglo XVII. (…)
Tantos años de actividad intensa desde que Figueroa organizó la posta sobre el único camino al Norte, tiene que registrar indudablemente el paso de generales y sus tropas, de viajeros como Concolorcorvo y otros extranjeros observadores de nuestra realidad, de comerciantes y de obispos en tareas propias de su magisterio.
Se sabe que allí hizo descansar a sus hombres el general Juan Lavalle -después de Quebracho Herrado- por gestiones de su pariente Orencio Correas, que vivia a la sazón en la estancia de Jesús María. También se sabe que fue él el improvisado diplomático que citó al general Aráoz de Lamadrid para una entrevista con Lavalle en la Casa de Caroya, en ese año ’40, rico en acontecimientos para la historia nacional.
Extraído de La arquitectura en Córdoba y su historia. Compilación de escritos del Arq. Rodolfo Gallardo. Editorial Nuevo Siglo. 2003.