Cuando iba al centro médico donde mi psicóloga tenía su consultorio solía pensar para mis adentros “Si yo no le cambio los problemas, ella está en todo su derecho de no cambiarme las revistas”. Sin embargo, hoy mi límite de comprensión fue rebasado: en la sala de espera de mi fisioterapeuta encontré dos revistas Ser Padres Hoy de ¡1994!
Más allá del hecho de pensar que esa criatura rozagante de la tapa a esta altura debe ser un adolescente graniento, onanista y de hábitos higiénicos dudosos; mi mente comenzó a reflexionar sobre este plus que viene junto con el servicio médico en sí mismo.
Por un lado, pensemos cuál es la misión del revistero en una sala de espera: hacer que el paciente/cliente no se aburra mientras su turno está demorado.
No seré injusta con los profesionales de la salud diciendo que te citan a las 5 y te atienden a las 7, ya que también hay que reconocer que muchos pacientes son (somos) de caer tarde y así es se van atrasando los turnos.
La cosa es que uno está ahí solo, aburrido, sin ganas de gastar plata mandando sms para matar el tiempo, entonces no tiene más remedio que revolver el revistero a ver qué encuentra.
A lo largo de los años, y sin que me hubiera dedicado de lleno a investigar el tema, he encontrado:
- El revistero doble discurso: cierta vez estaba en la casa de una amiga de la escuela cuando su mamá le dio plata para que fuera a la peluquería cerca de su casa a cortarse el flequillo.
El establecimiento era lo que en nuestra infancia se conocía como “peluquería de caballeros”, la cual era atendida por un peluquero (nada de coiffeur o estilista, peluquero de antes).
La cosa es que llegamos y si bien el negocio estaba abierno no había nadie, por lo que nos sentamos un rato a esperar hojeando la pila de revistas “Conocer y Saber” que había allí (se me cayó una sota con ese nombre 😀 ).
Como el muchacho no venía y los niños son inquietos, no pasó mucho tiempo antes de que nos pusiéramos a chusmear qué había detrás del mostrador que separaba la sala de espera de los sillones.
Lo que encontramos fue una pila aún más grande que la anterior con revistas eróticas. Supongo que habrán sido Playboy o algo así, pero lo que sí recuerdo fueron las risitas de nenas de 9-10 años dándose cuenta a tan tierna edad que el peluquero y sus clientes eran flor de pajeros. - El revistero dominical: es aquel confeccionado a partir de las revistas que traen los diarios los domingos. Acá en Córdoba nunca falta la revista Rumbos, y años ha era la revista Nueva (estoy retro hoy, vieron?).
El revistero dominical cuenta con varios problemas:
– Si uno es de comprar el diario los domingos, ya leyó las notas que le interesaban.
– Los juegos ya fueron completados.
– Alguien arrancó sistemáticamente la hoja de los chistes de todas las revistas.
– Los horóscopos favorables no corresponderán a una fecha cercana.
– También están arrancadas las hojas de las recetas, sobre todo si es un consultorio donde van muchas viejas que no pueden leer más que el título porque se olvidaron los anteojos.
– Las revistas suelen tener más arrugas que la cara de Mirtha Legrand. - El revistero de pueblo: los que vivimos en pueblos y ciudades chicas sabemos que abundan las publicaciones locales que son 70% publicidades, 20% notas poco interesantes y un 10% de cosas que comentaremos con otros en la sala de espera:
– Sección policial, junto con el infaltable recuerdo de los tiempos en que uno dejaba el auto abierto en la plaza y no pasaba nada.
– Sección casamientos/defunciones: para ver si hay algún conocido.
– Sección nacimientos: también para ver si algún conocido/a tuvo un bebé, pero también para horrorizarnos con los nombres actuales que eligen los padres para sus retoños. - El revistero visitador médico: todo folleto, catálogo, brochure o revista médica que caiga a ese lugar termina en el revistero para que los pacientes no entiendan la mitad de lo que dice y se embolen con el resto del contenido que más o menos alcanzan a interpretar.
- El revistero Delorean: como el del caso que puse al inicio del post, es el que te hace viajar en el tiempo.
En estos casos prefiero mil veces que sean revistas de chimentos y farándula a encontrarme una Muy Interesante que me hable de la clonación de la oveja Dolly.
Las revistas de chimentos viejas nos permiten ver con asombro cómo eran las caras de los famosos antes del tuneo notable que exhiben en la actualidad. Si en esas revistas aparecen Jesica Cirio o Luciana Salazar, vale doble. - El revistero del especialista: sobre todo si se trata de un pediatra, veremos publicaciones relacionadas con bebés y niños.
- El revistero deportivo: no recuerdo que me haya tocado, quizás por una cuestión de percepción selectiva; pero estoy segura que existe un revistero donde no faltan Olé, suplementos deportivos o El gráfico (sigue saliendo?).
- El revistero mala onda: es un revistero lleno de publicaciones de actualidad que nos recuerdan los problemas que vemos todos los días en materia de política y economía.
- El revistero ecléctico: sobre todo si se trata un espacio que comparten muchos profesionales, cada uno lleva alguna revista y uno puede terminar encontrando un poco de todo lo arriba mencionado.
- El revistero Cosmo: ahhh! mi revistero favorito!!! Me está esperando en la peluquería cada vez que voy. Está aguardando por mí con sus notas de sexo, sus tests ridículos y sus artículos sobre peleas entre amigas.
Cosmopolitan es como la Ricado Arjona de las revistas: hay gente que la detesta con toda su alma y hay millones que la consumen devotamente alrededor del mundo.
Yo no soy de comprarla, pero debo confesar que es casi una tradición ir a la pelu y agarrar una mientras espero la tintura o estoy en el vaporizador. - El revistero profesional: es aquel que se encuentra en el lobby de alguna oficina o consultora. Tiene varias particularidades:
– No se trata de un revistero en sí mismo, sino que suelen ser revistas sobre una mesa ratona.
– Las revistas están siempre inmaculadamente acomodadas a una distancia equidistante de los objetos de decoración.
– Las revistas siempre son nuevas, con las últimas noticias del sector en cuestión.
– Por el estado de conservación, parece que nadie las ha leído y que van a sonar alarmas antirobo si alguien se anima a sacar alguna para hojearla.
Seguro ustedes conocerán otros casos de revisteros memorables, así que están invitados a compartir sus experiencias en las salas de espera.