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Ayampitín (Ped. San Antonio, antigua merced contigua a la de Olaén). Montes Pacheco da la traducción “Pueblo de los talas”, sin explicar analíticamente cómo llegó a ese resultado.
No encuentro en la toponimia no sólo de Córdoba sino de otras provincias, en particular Santiago del Estero, la voz ayan, que es por demás poco frecuente en los nombres quechuas de Peiu y Bolivia. Pero Allanca es la denominación de tres o cuatro pueblos peruanos, y los entendidos de allá lo traducen como “recto, derecho” (alineado, en hilera, a lo largo).
Posiblemente el investigador que acabo de nombrar tomó uno de los hitos dados por allana (quechua) en su
significado de “pinchar, hincar”, atento a lo espinoso del tala, mas esto no pasaría de ser una concesión literaria a la cuestión. El tala careció de otro nombre.
Y para aumento de la complicación allana es también cavar, excavar, escarbar”.
E. Manera propone “Lugar del corte amargo”; del verbo ayay, amargar, vendría el ayan; de pitiy, cortar, el segundo vocablo del nombre considerado (hasta aquí del quechua), y finalmente del camiare (comechingón) la terminación ir que define como “lugar, hábitat, poblado”.
En esta oportunidad me atendré al criterio de los lingüistas del Altiplano. Ayanzpitin sería más bien Allanpitin, “Pueblito a lo largo”, de allan, apócope de allana, en hilera, a lo largo, y pitin, pueblito.
Los asentamientos indígenas se efectuaban sobre las márgenes de los arroyos y ríos. Y éstos, con lo que es una característica de los cursos de agua serranos, van por la 1ínea más baja (vaguada) de los valles. De manera que las chozas o construcciones similares se alinean forzosamente siguiendo prudentemente la cercanía del agua a niveles fuera de los riesgos de una crecida.
Y aclararé que pitin en el vocabulario camiare-sanavirón (al que denomino por simplicidad “calchaquí”) de Aníbal Montes, es “pueblo”. Y para mí es “pueblito”. Tal vez viniera de piti, trozo, pedazo, una parte, del quechua santiagueño pitijl, cortar, retacear, y la terminación ir, pueblo.
No tiene sentido pasar del in a pitin si no se va a decir otra cosa, si atendemos al sentido común.
Extraído de Toponimia aborigen de la provincia de Córdoba, de Carlos Paulí Alvarez. Ediciones del Copista. Córdoba 2005.
Ayanpitín o Ayan Pitín:
Localidad en el departamento Punilla.
En la segunda escritura vemos ayan (del verbo áyay, amargar) y pitin (del verbo pítiy, cortar), la desinencia -in o -en no es quichua sino de origen camiare significando lugar, hábitat, poblado. Pudiendo significar “lugar del corte amargo”. Ahora bien, en dicho sitio comienza un arroyo, siendo lógico lo de cortar.
Es, por lo tanto, una voz de dudosa etimología.
Recordemos que es un yacimiento arqueológico mundialmente conocidopor la cantidad de instrumentos líticos hallados y que, según las pruebas de carbono 14 y los estudios realizados por el Dr. Alberto Rex González, tendrían una antigüedad de 8000 años (6000 A.C.).
Extraído de El quichua santiaguaño en la toponimia cordobesa, de Edith Manera. Compartiendo el camino Ediciones. Villa Carlos Paz 1991.
Xanaes (Pedanías Pilar, San José, Suburbios, Villa del Rosario, Oratorio Peralta y Arroyo de Álvarez). El Río
Segundo retomó su denominación indígena, y en el departamento hace un recorrido de 80 kilómetros.
El nombre del pueblo Xaná, fue pluralizado por los españoles. La “X” en aquellos tiempos se pronunciaba como “Ch” de manera que es lo mismo hablar de Xaná o de Chaná.
Era gente de hábitos muy pacíficos que vivían en proximidad de las tribus de los charrúas, que abarcaban
una franja Oeste en el Uruguay, y parte de Corrientes y Entre Ríos en nuestro país. La belicosidad de estos últimos se descargaba con frecuencia sobre el tranquilo existir de los Xaná, que se habían hecho muy amigos de los españoles. Quienes, para protegerlos, trasladaron a muchos de sus individuos a tierras alejadas, radicándose un importante núcleo en las márgenes del Río Segundo.
Los Xaná eran gente habituada a la vida costera, y, en alguna medida, el río de aguas claras vino a sustituir al barroso Paraná. Porque bueno es indagar el sentido del nombre Xaná, Chaná. Deduzco que está formado por los vocablos tupí-guaraní jha, “para”, y ná, apócope de izatu, río.En suma, “Para el río”, que en forma más explícita interpretaremos “Gente para el río”.
Fuente: Toponimia aborigen de la provincia de Córdoba, de Carlos Paulí Alvarez. Ediciones del Copista. Córdoba 2005.
Río que pasó a llamarse con anterioridad Primero, porque en el antiguo trayecto desde el Alto Perú, una vez cruzado el río Dulce o Salí era e1 primer curso de agua de importancia.
Este topónimo ha dejado en la oscuridad a todos los que han pretendido interpretarlo, y a veces en el intento se han dicho cosas sin sentido, como cuando Pablo Cabrera propuso “Árbol Dulce”. Sólo hay -para cualquier buen conocedor de la flora local- dos árboles a los que podríamos atribuirle dulzura: el algarrobo y el chañar. Y son los conocidos taco y chañar, nombres quechuas que se clasifican como Prosopis alba (taco yuraq), Prosopis nigra (taco yana) y Gourliea decorticans (chaiiar).
Cuando los conquistadores españoles se dieron con el río que hoy llamamos Suquía, le pusieron de inmediato, era común en ellos, el nombre de un santo: San Juan. Pero los nativos ya lo habían bautizado siglos atrás como Pucará, dado que en el extremo de la subida que comenzaba en las márgenes del río, habían construído el fuerte que así llamaban.
Llevo la convicción que para los pueblos aborígenes que tenían sus asentamientos sobre el mismo, jamás le dieron otro nombre que el referido, siendo por lo tanto falsa la denominación que alguien creyó auténtica. Aunque el nombre existió y en la citada lista de caciques y pueblos de la que fue autor R. Ferrari Rueda, para el departamento Río Primero se limita a Suquia (cacique) y su pueblo llamado igualmente Suquia. Así a secas -al parecer- pues no se acompaña de la palabra sacat o sacate (pueblo) como tantos otros. ¿Por qué?
Sacat no era el término único para decir “pueblo, lugar, aldea, chocerio”; también nos encontramos con otros de igual significado como hana y sus derivaciones o alteraciones han, aha, ha.
Suquia, según mi criterio, es una palabra que lleva este sustantivo ha y debemos escribirla Suqui-ha. Particularidad de la que daré tres ejemplos más:
1. Aloma Iza (Cruz del Eje)
2. Casna ha (Cruz del Eje)
3. Paltan ha (San Alberto)
El primero se traduce por “Pueblo principal del monte”, de alo o halo, monte, bosque; oma o uma, cabeza, principal, haciendo síncopa con alo; y ha, pueblo, aldea.
El segundo tendría esta traducción: “Pueblo del asadero”, del quechua santiagueño cas, apócope de caspay, asar, chamuscar, tostar; na que es un sufijo cuya misión es dar un sentido más concreto al verbo sea en cuanto al lugar, al medio o al instrumento de la acción; y ha, pueblo, aldea, gente, lugar.
Y el tercero, o sea Paltan ha es: “Pueblo del pan chato”. De ha, pueblo, aldea, gente; pal, apócope de palta, achatado, chato, plano, aplanado; y tan, apócope de tanta, pan. Aunque podría ser sólo “Pueblo de los chatos”.
Vayamos finalmente a Suqui ha, “Pueblo del largo abrojo”, que podría interpretarse como “Pueblo del abrojal”. De ha, pueblo, aldea, gente; su, apócope de suni, largo, y quipu, abrojo, del que queda solamente qui.
Pero como este topónimo es de muy discutible interpretación, no está demás recurrir a otras propuestas. Veamos de seguir la estructuración de Patquía (La Rioja), que respondería a los vocablos pat, de pata, lugar; qui, aféresis de siqui, junta, y a de ha, apócope de hana, pueblo: “Pueblo del lugar de la junta”.
De la misma manera Suquía podría resupar de la compaginación de suc, apócope de suco, barrial; qui aféresis de siqui, junta, y a de ha, pueblo: “Pueblo de la junta del barrial”, nombre referido a la desembocadura del arroyo La Cafiada en su lecho terroso.
Querer asociar al suquía de los indios mosquitos que tenían su centro en la actual Nicaragua, nombre que le daban a sus shamaries (médicos hechiceros), no pasa de ser una fantasía. Pura obra de lo casual. ¡O debemos también empezar a especular si no vivió en la región recorrida por nuestro río algún capitán o hacendado español de apellido Suquia, ya que el penúltimo arzobispo de Madrid, el cardenal e historiador en quien estoy pensando se llamaba -es sólo un ejemplo- Ángel Suquía Goicoechea!
Extraído de Toponimia aborigen de la provincia de Córdoba, de Carlos Paulí Alvarez. Ediciones del Copista, Córdoba 2005.
Nuestra querida Córdoba tiene numerosas localidades, pueblos, ríos y lugares con bellos nombres indígenas que nos remontan a nuestro pasado precolombino.
Pasa comenzar a desglosar los significados que esconden esos nombres hoy hablaremos de Sinsacate.
La toponimia del norte provincial está identificada con nombres que por razones diversas servian de relación a los sanavirones.
Uníase a dicha identificación el término común a todas de “sacat” o sea tierra, que era la relación con el “Iocus”.
En el caso que hoy nos ocupa se referiría al apelativo del cacique cuya hegemonía en la región quedaba así explicitada.
El arquitecto Mario J. Buschiazzo en su libro “Las estancias jesuíticas de Córdoba” le atribuye al cacique el nombre de “Chin”, pero el Dr. Luis González Warcalde, que fue un estudioso de la región, en su trabajo “Por la ruta de la historia” afirma haberle oído al historiador monseñor Pablo Cabrera que el verdadero nombre era “Inchín”. De cualquier modo y adaptado al oído del español conquistador que no andaba con tantas minucias y precisiones, el nombre subsistió como Sinsacate, con esa “e” final que aparece en Quisquisacate, Guanasacate, Umarasacate, Salsacate, etc. y que facilitaba su pronunciación al pueblo invasor.
Extraído de La arquitectura en Córdoba y su historia. Compilación de escritos del Arq. Rodolfo Gallardo. Editorial Nuevo Siglo. 2003.