Aprovechando una oferta de saldos que encontré a $13,90 en Walmart compré este libro que está en la lista de los recomendados para los chicos desde los 15 años.
Este libro es un racconto de recuerdos del autor como alumno interno del Colegio Nacional de Buenos Aires en la década del ’60 del siglo XIX.
Lo primero que se me viene a la mente después de leer cómo era un adolescente hace 150 años atrás es que puede que el exterior haya cambiado, pero la esencia de algunas problemáticas sigue siendo la misma: se portaban mal, hacían bromas de grueso calibre, discriminaban, se peleaban, había violencia, eran vagos, muchas veces faltaban el respetos a sus compañeros o profesores y todos preferían la joda al encierro del colegio.
Pese a que mi lectura se haya concentrado en ver similitudes y diferencias con el hoy, Cané narra su vida en el colegio como una época añorada a pesar de los sufrimientos y calamidades que pasaba junto a sus compañeros y que iban desde una comida horrible hasta los castigos físicos de los profesores.
Tiene partes bastante aburridas donde no dudé en saltearme párrafos, y otras muy graciosas con las que me he reído a carcajadas:
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Así, cierto día que Jacques nos explicaba que los tres ángulos de un triángulo equivalen a dos rectos, Corrales, oyendo como el ruido del viento la explicación, desde los últimos bancos de la clase, estaba profundamente preocupado en construir, en unión con su vecino, el cojo Videla, que le ayudaba eficazmente, un garfio para robar uvas de noche. De pronto, Jacques se detiene, y con voz tonante exclama: “Corrales, tú eres un imbécil, y tu compadre Videla otro. ¿Cuánto valen los dos juntos?”
“¡Dos rectos!”, contestó Corrales, que tenía en el oído esas dos palabras tan repetidas durante la explicación, y sin darse cuenta, en su sorpresa, de la pregunta de Jacques. Este se le fue encima, y nos fue dado presenciar uno de los combates más reñidos del año.
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Algo que me impresionó fue la descripción que hace de la rivalidad entre porteños y provincianos… vean desde qué época este fenómeno se arrastra y cómo describe Cané (porteño, y que llegó a ser intendente de la ciudad de Buenos Aires años más tarde) a un bando y otro:
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Los provincianos eran dos terceras partes de la totalidad en el internado, y nosotros, los porteños, ocupábamos modestamente el último tercio; eran más fuertes, pero nos vengábamos ridiculizándoles y remedándoles a cada instante.
Habíamos pillado un trozo de diálogo entre dos de ellos, uno que decía, con una palangana en la mano: “Agora no más la vo a derramar”; y el otro que contestaba en voz de tiple: “¡No la derramís!” Lo convertimos en un estribillo que les ponía fuera de sí, como los rebuznos del uno y del otro alcalde de la aldea de Don Quijote .
Eran mucho más graves, serios y estudiosos que nosotros. Con igualdad de inteligencia y con menor esfuerzo por nuestra parte, obteníamos mejores clasificaciones en los exámenes. El fenómeno consistía simplemente en nuestra mayor viveza de imaginación, desparpajo natural y facilidad de elocución.
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Mientras leía el libro pensaba en que me gustaría leer alguno similar sobre la vida de los alumnos del Colegio Monserrat de Córdoba.
No creo que sea del tipo de libro que le cambie la vida a nadie, ni que sea uno de los imprescindibles de la literatura; pero a los que lo tengan que leer obligatoriamente para la escuela o al que lo quiera leer por ser un clásico les aseguro que van a entretenerse con sus páginas, lo cual no es poco decir.
Ah! como dato de color les cuento que pueden leer el libro completo, gratis y legalmente desde el Proyecto de Biblioteca Digital Clarín.