Este libro tiene casi 30 años y no tenía planes de reseñarlo, pero ya que lo leí…
Como quería informarme un poco más sobre literatura infantil saqué este libro de mi biblioteca y alguna que otra cosa interesante encontré en cuando a definiciones sobre LIJ, pero vi muy desactualizados (¡no es para menos!) y con bastantes prejuicios los temas referidos a medios de comunicación, especialmente el capítulo que habla de las revistas de historietas donde se defenestra totalmente un género que hoy es totalmente legítimo y utilizado en educación.
También me sorprendió leer que la autora en varios párrafos dice “el polémico Mc Luhan”. Vuelvo a recordarme que pasaron casi tres décadas y lo que a principios de los ’80 todavía sonaba como algo extraño, hoy es bibliografía obligatoria de cualquier carrera de comunicación.
Por eso creo que es un libro en el que hay que tomar con pinzas la mitad de lo que dice en sus páginas, y que a la vuelta de la esquina del tiempo no ha podido sobrevivir a ideas un tanto conservadoras sobre los medios de comunicación donde engloba cosas que no son “medios” sino industrias culturales, como la música, el teatro y el cine.
Sobre esta cuestión en particular me queda la sensación que los teóricos/críticos/pensadores o como sea que se autodefinan, no le encuentran la vuelta.
Por un lado se prioriza al libro como la fuente de exploración del mundo más legítima y “pura” para un chico, o al menos eso interpreto de sus palabras. Como si El Libro fuera, a priori, siempre buena intención. Como si los libros huecos fueran más bien la excepción que algo común en un mercado saturado de oferta.
Por otro se demoniza a los medios masivos más por su lógica “comercial” (y con las mismas palabras que hoy se usan para hablar de un Tinelli, por ejemplo) que por los contenidos en sí mismos. Si tuviera hijos preferiría mil veces que vean Disney Channel o Discovery Kids antes que la serie Zamba que se creó para el canal estatal Paka Paka. Busquen en You Tube y verán por qué.
Sería interesante saber qué diría hoy esta autora (creo que falleció hace algunos años) sobre internet y los chicos. ¿Demonizará al medio tanto como como lo ha hecho con las historietas?
De todo esto me queda como conclusión que quienes teorizan sobre cultura le tienen pavor a la industria, reniegan de sus métodos y su lógica… pero necesitan de ella y les cuesta reconocer que nunca ha funcionado un proyecto de buenas intenciones culturales que no tuviera por detrás rigurosidad empresarial. Cada quien con sus talentos y sus saberes ¿no?
En lo personal me aburre un poco la postura conservadora de decirle a un chico que no puede ver tele, leer una revista o usar una compu. El chico de hoy crece en un universo multimedial, y en eso no hay marcha atrás.Hoy se habla de la influencia de las tres pantallas: Tele, compu y celular, obviamente según la edad predominará una u otra pero el adolescente que tenga acceso a todas puede utilizarlas al mismo tiempo.
Lo que tiene que hacer el adulto es seleccionar qué cosas va a consumir el chico (lo lamento por los culturosos: la cultura se consume y es un objeto de consumo. Y hay que rasgarse menos las vestiduras por esto) y ayudar a que el chico vaya desarrollando un juicio crítico al respecto.
Algunas frases interesantes del libro
– (…) el niño recibe los mensajes por diferentes vías de comunicación (…). La literatura infantil se convierte, de este modo, en uno de los medios masivos de comunicación, los cuales se insertan en el universo infantil a la par de los demás: el cine, la radio, la televisión, el teatro, las revistas, la música.
Ignorar cualquiera de ellos es una actitud poco feliz y de consecuencias negativas para quien se proponga explorar las posibilidades de mejorar el espectro educativo de la infancia.
– Los niños son inocentes pero no zonzos.
Vicente Barbieri.
– El hombre no puede desmentir al niño que ha sido.
Victoria Ocampo.
– Una de las prevenciones que debe abandonarse sin remedio es la de imponerle al niño una literatura infantil que llamaremos “heredada”; me refiero a aquella que pudo tener un significado especial para nuestra infancia, recibida quizás como aporte de generaciones anteriores. No se trata de desestimarla totalmente, sino de ponerla bajo la mirada analítica del momento en el que la seleccionamos.
– El niño maneja el absurdo y el disparate más sueltamente que el adulto, pero siempre que la estructuración esté resuelta de un modo natural, razonable, de causa a efecto.
– Las bellas artes son el refinamiento, no la antítesis del arte popular.
T. S. Elliot.
– No es necesario que el tema sea “para niños”, dado que lo que interesa es su tratamiento.
– Planteo de manera básica que hay dos postulaciones que se complementan entre sí.
Una consiste en sostener que no hay, específicamente, temas exclusivos para la infancia (…). Ya he aclarado en más de una ocasión cómo los niños gozan muchísimo de obras que jamás les fueron dirigidas (como Platero y yo, las aventuras de Gulliver y muchos poemas de García Lorca).
La otra posición tiene que ver con el aspecto subvalorado (…): la información. (…) Ocurre que esa “información” puede darse a través de modelos de la literatura infantil, siempre que ese cómputo de hechos haya pasado por un proceso de mínima elaboración estética. (…)
Como consecuencia, es importante vigilar, más allá del entusiasmo por este modo de transmitir la información, hasta qué punto ella posee un mínimo de validez científica, si es que realmente deseamos que funcione como tal.
– Los cuentos desde tiempos inmemoriales, no han sido hechos para ser creídos (o no) sino para ser contados.
– El niño aprende que hay dos mundos que pueden coexistir: el vivido y el narrado.
– El niño puede adivinar porque le sobra fantasía, pero no puede interpretar porque le falta inteligencia. La adivinación es un recurso que vive; la interpretación (si tuviera edad para ello) sería un recurso de la cultura.
Emilio Abreu Gómez
– El niño, a la manera del hombre primitivo, aprende las palabras casi como un juego, y les da asimismo un valor mágico, de conjuro. Así es como se acostumbra a jugar con ellas, sin preocuparse demasiado de lo que significan, y apegándose a sus sonidos como si se tratara de divertimentos musicales.
– “Popular” (…) lo que éste [el pueblo] ama realmente porque habla su lenguaje, porque representa sus más legítimos intereses y por sobre todo, refleja sus mas caras tradiciones.
(…) todo lo folclórico es equivalente a lo popular, pero no siempre lo popular puede ser homologado con lo folclórico. Esta diferenciación suele darse de forma muy concreta en la música, por ejemplo.
– Como sociólogo, la realidad a la cual yo aplico la palabra “cultura” es el proceso de la tradición cultural, es decir el proceso mediante el cual, con una clase o grupo social dado, el lenguaje, las creencias, las ideas, los gustos estéticos, los conocimientos, las capacidades, los varios tipos de uso pasan (y uso este verbo porque “tradición” significa “pasar”, “transmitir” de una persona a otra.
Radcliffe-Brown
– El adulto nunca recuerda pero el niño nunca olvida.
Mc Luhan.