La nobleza de la creación del Colegio Convictorio necesitaba objetivarse en un escudo, que nucleara tras él a aquellos que al pasar por sus claustros forman parte de esa gran familia identificada con sus insignias.
El Escudo Monserratense marca, a través del tiempo, la alcurnia de su espíritu y como en la mejor tradición secular, es hereditario.
Duarte y Quirós quiso darle esta identificación a los hijos de su gran familia y para que el mismo desafiara la batalla del tiempo, apeló en su composición a los símbolos espirituales, que por atemporales, no perderían nunca vigencia.
Así, en su campo se destaca en el palo un gran clprés que naciendo desde la punta donde se arraigan sus raíces, se abre en la faja con esplendor de ramas que representan todas las generaciones de monserratenses unidas en perfecta comunión.
Arriba ya en jefe la estrella, la Stella Matutina, que representa la Virgen en su carácter de Madre Universal, Madre de todos los humanos, protegiendo su vida.
Dos llaves que se cruzan en esta parte superior separando la Estrella y el Ciprés nos recuerdan las dos llaves que deberían abrir el entendimiento: aquella que facilitaría el encuentro con “las letras” que era en ese entonces la sabiduría humana, el bagaje de conocimientos y experiencias de los negocios terrenos y aquella otra que permitiera entrar en el mundo trascendente de “la virtud” que es la ruta de las verdades eternas, el encuentro con Dios, camino que lleva a la meta de la Gloria.
Porque ‘En Virtud y en Letras” deberían formarse los nuevos caballeros, que armados con ellas llevarían el nombre de la Universidad ante el corazón de las gentes. (ut… portet nomen meum in coram gentibus”).
Cuatro flores de lis en la franja y cuatro rosas en la punta, a diestra y siniestra anuncian al viandante que aquí, bajo estos muros y hacia los cuatro rumbos, la pureza del lirio y el encendido rojo de la caridad, serán los atribufos irrenunciables de aquellos que al pasar por sus claustros velaron armas para salir caballeros en la vida, donde la luz que emana del Montserrat será foco siempre encendido
por la gracia de la Estrella.
Un ramillete de lambrequines distribuidos en forma simétrica le hacen marco al escudo, rodeado de piezas honorables con las 8 cruces que también en simetría anuncian el equilibrio que la razón exige a los estudiosos.
Y porque el Escudo es identidad, él debe estar presente en los grandes acontecimientos y en el hecho cotidiano, en los fastos del Colegio y en las acciones grandes y pequeñas de la vida, porque no es sólo defensa y protección sino definición del Alma Mater que fue moldeando el espíritu monserratense, resumen entonces de un ideal irrenunciable.
Extraído de El Monserrat. Trescientos años 1687-1987. Francisco Beato y otros. Córdoba, 1987.