Hace un tiempo el diario La Nación publicó una nota titulada “Cómo evitar errores al elegir una carrera”. Si bien el título tiene el mérito de captar la atención inmediatamente, me parece incorrecto hablar de “errores” en la mayoría de los casos.
Es por eso que me decidí a escribir algo desde mi propia experiencia universitaria desterrando algunos mitos:
1- Tengo que estudiar lo que mis padres quieren: Falso. Los padres a veces en su afán de ayudar tienden a proyectar en sus hijos sus propios miedos, inseguridades o frustraciones. Hay que entender que cada uno tiene una vida, una historia, unos objetivos, unos sueños para cumplir. Si tus padres por alguna razón no pudieron hacerlo no tiene que ser tu responsabilidad cargar con eso.
2- Tengo que estudiar algo que me permita seguir viendo a mis amigos: tenés que entender que la adolescencia es una etapa en donde lo social tiene una importancia central en tu vida, pero que a medida que pasa el tiempo cada uno va focalizando los intereses y deja de tener tiempo para seguir con esa vida. Algunos porque apostarán a realizar una carrera académica brillante, otros procurarán encontrar buenos trabajos que le permitan costear sus estudios, otros formarán una pareja, tendrán hijos o formarán una familia y dejarán de ocupar el lugar de “amigos 24hs”.
Es por eso que tenés que tomar la decisión de manera autónoma, pensando que la etapa de cole puede ser maravillosa pero es algo que termina para que sigas creciendo en otro ámbito.
3- Tengo que estudiar algo que me permitar tener un trabajo: si vivís en Argentina, hasta es medio gracioso este argumento. Muy pocas carreras (y no son las tradicionales) tienen una salida laboral asegurada a sus graduados. Sumado a eso, tenés que pensar que el mercado laboral es algo que demanda según sus necesidades y según los factores económicos que favorezcan a un sector u otro.
Por otro lado, hoy en día las empresas ven en la formación universitaria un básico que toma valor cuando se le agregan otras características que hacen que el postulante a un trabajo se vea como un sujeto con potencial de crecimiento.
4- Tengo que estudiar carreras tradicionales porque son más seguras que las nuevas: completamente falso. Las carreras tradicionales no son más seguras de por sí. Por el contrario, son las que más profesionales lanzan al mercado cada año, pro lo tanto sus graduados deberán buscar mayores ventajas diferenciales para insertarse en el mercado laboral.
5- No puedo cambiar lo que elegí, mis padres no lo aceptarían: podés cambiar todas las veces que quieras, de carrera, de lugar de estudio, de especialidad. Hasta que no entrás a la facu no sabés cómo es por más que estés rodeado de profesionales en tu familia. Es una experiencia con una carga de ansiedad importante.
Los padres no siempre saben entender este cambio y muchos en lugar de sentarse a charlarlo lo toman como un fracaso y quizás hagan reproches sobre el tiempo y dinero perdidos. Todo lo aprendido sirve de alguna manera, más allá que no haya un título en la pared.
6- No necesito averiguar más que los planes de estudio y los lugares donde se dictan: si bien muchos elegimos un poco así, es bueno poder charlar y ver qué hace un profesional de la especialidad que elegimos o cómo un graduado de esa carrera se desarrollo en una actividad aparentemente inconexa partiendo de ella.
7- No puedo estudiar lo que me gusta porque no se gana dinero: este es un argumento común entre los chicos que quieren estudiar carreras relacionadas con lo artístico. Como dije más arriba, ser abogado no te asegura mayor estabilidad que ser músico. Además, todo depende de lo que hagas profesionalmente, que red de contactos vayas formando, qué oportunidades vayas descubriendo y en qué áreas te especialices.
8- Si hay materias que no me gustan descarto la carrera: todas las carreras tienen materias aburridas, tediosas y hasta inútiles, pero quizás por algo las dan y a alguien le sirven. Lo importante es que la mayoría de las materias respondan a lo que te importa.
9- Escuchar las boludeces que opinan los parientes: nunca falta la tia vívora, que apenas deletrea cuando lee el diario, que salta con “¡Pero si vos no servís para esa carrera! Deberías estudiar _________ (llená el espacio con la actividad que jamás elegirías y detestás con toda tu alma).”
Cuando alguien de verdad quiere aconsejar se centra en tus habilidades, lo que te gusta, te muestra opciones, te propone alternativas, te aporta información. Por eso mismo que una bolud@ opine mientras toma mate y se atora con criollitos no tiene ninguna validez. Sano consejo: hacéselo saber. Es la mejor forma que no opine más del tema.
10- Recurrir a la ayuda de un psicólogo no sirve: muchos comentan que “a mi me hicieron un test y me salieron cosas que nada que ver con lo que me gusta”. Primero y principal, los tests son orientativos y dan resultados basados en áreas y no en carreras. También puede ser que el test esté mal hecho o, inclusive, que no haya sido correctamente respondido.
Por eso a veces recurrir a ayuda profesional personalizada es una muy buena opción para calmar la ansiedad del futuro universitario y de sus padres, orientar la búsqueda y quizás descubrir que puede haber algunos otros problemas de fondo que puedan prevenirse para una vida universitaria más exitosa.
Bonus track: si no querés estudiar en la universidad y te interesan otras modalidades de estudio y formación, también es válido. La diferencia la vas a hacer vos con tus aptitudes, tu capacidad de crecimiento y tu proactividad.